La Liga Mx retomó actividad y lo hizo con una resaca monumental, como el alcohólico mala copa que quiere hacerse perdonar por los estropicios causados, pero lo hace con tal énfasis y exageración que cae de nuevo en lo grotesco, bordea lo ridículo y resulta hasta cursi. El futbol mexicano volvió a las canchas sin emprender acciones de fondo, lavó superficialmente los rastros de violencia: clausuró el estadio La Corregidora, asestó una multa, vetó directivos (no eran de los consentidos o influencers) y metió debajo de la alfombra a las barras bravas.
Palomas blancas lanzadas al aire, discursos de los capitanes, mantas con la frase oficial pacifista, niños con indumentaria alba, presentación con jugadores intercalados, pausa al minuto 62 –el álgido instante de la batalla campal aquel 5 de marzo–, abrazos en la cancha. Es decir, adentro y de cara a las cámaras, amorosos a más no poder. Afuera, ostentosos despliegues de seguridad, cientos de uniformados, varias ambulancias, helicópteros y revisiones exhaustivas a la entrada de los estadios… Todo lo que faltó aquella infausta tarde.
El equipo de Gallos Blancos está como muerto en vida. No puede jugar de local con público y su rijosa barra, que anda a salto de mata, quedó impedida de salir a la luz durante tres años. Desde luego, no podía ser desafiliado porque el gran perdedor iba a ser Grupo Caliente, aún dueño de la franquicia y amable patrocinador de la Liga. Nadie en su sano juicio patea el bolsillo. La explicación oficial fue que no quieren dejar sin trabajo a los futbolistas del club.
Todo menos tocar a las barras, grupos de rijosos que abiertamente confiesan su adicción, no sólo a los estupefacientes, sino a las broncas que les hacen sentir la adrenalina a tope, porque en las canchas –¿para qué ocultar la verdad?– escasean las emociones… Los federativos desempolvaron el discurso de la credencialización, pero ahora, en tiempos de extender lazos hacia la liga estadunidense, la llaman pomposamente Fan ID.
Abrumador hasta el hastío ha resultado el bombardeo de mensajes de paz, bien saben los dueños que la trifulca pudo brotar en cualquier otra plaza, pues la seguridad post pandemia estaba laxa, en la dejadez total… Los Rayos recibieron a los cabizbajos emplumados sin público, no fuera a colarse algún malandro. La depresión entre los dirigidos por Hernán Cristante fue tal que resultaron un verdadero salvavidas para el equipo de Jaime Lozano.
Insulso y anodino el clásico Chivas-América, y si algo sobresalió en el Cruz Azul-Pumas fue la ausencia de aficionados… Para los federativos lo importante no es cuidar la calidad de lo que sucede en la cancha, sino sus intereses, su industria tocada hasta los cimientos por la brutalidad. Es más, urge limpiar la casa ante la próxima visita del ahora mandón equipo de las barras y las estrellas en choque de eliminatoria mundialista. Los comandados por Gregg Berhalter contemplan inquietos el desastre y exigen seguridad.
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