Carlos Checa regresa al desierto con un proyecto “emocionante” en Astara con el que espera aplicar todas las lecciones aprendidas del pasado.
Cuando alguien está acostumbrado a pensar en cómo ser el más rápido, saber gestionar la manera y el momento en el que se debe aflojar se antoja realmente complicado. Desde que llegó al Dakar hace tan solo un año esa ha sido la tarea más difícil para Carlos Checa (Barcelona, 50 años). El catalán pagó el precio de sus raíces en la competición con un vuelco que le demostró la dureza del mítico raid pero, al mismo tiempo, le llenó la mochila de lecciones aprendidas para su siguiente participación. Esa en la que espera sacarse la espina de poder hacerlo mejor gracias a una oportunidad en el Astara Team junto a Marc Solá que por lo menos, mantendrá la avioneta y la bicicleta paradas durante estas navidades. Porque al final, después de haber abierto la puerta de este armario, se ha dado cuenta que la competición “es algo que me vuelve a encender”. Y de momento, parece que lo hará para largo.
―Se quedó con ganas de más y aquí está, a por su segunda edición.
―Sí, la verdad es que me divertí muchísimo el año pasado, pero me quedó la espinita de hacerlo mejor. Sobre todo a partir de la cuarta etapa cuando volqué. Aquello ya me hizo perder dos etapas y me dolió bastante moralmente. En el mejor de los casos no me rompí ningún hueso y no pasó nada, pero sí la decepción deportiva. Después hicimos etapas muy muy buenas, creo que realmente tuvimos un rendimiento muy muy bueno por el poco tiempo que llevábamos, por las posibilidades técnicas… y a partir de ahí la lectura fue muy positiva. Este año ha salido la oportunidad junto al equipo Astara, que es un proyecto también joven, pero que cuenta con un vehículo y un equipo que están a otro nivel. Tuvimos la oportunidad de probarlo en Marruecos y me di cuenta de que tengo muchas más oportunidades con este vehículo y con este equipo. También tengo a Marc Solá como copiloto nuevo y la estructura es mucho más competitiva. Afronto este Dakar con la experiencia de conocer un poco la carrera y ahora tengo que continuar entendiéndola un poco mejor y aprendiendo de ella. Hay más posibilidades, pero no sé hasta dónde me van a hacer llegar esas posibilidades, mi capacidad… Ahora vamos a ver los aciertos y desaciertos que tenemos, pero en conjunto aspiramos a más y por encima de todo, a vivir la competición lo más viva y lo más intensa posible. Queremos que sea estimulante y emocionante como tengo la sensación de que va a ser.
―¿Usted es de esos que confirman que el Dakar engancha?
―(Risas). Sí, pero también me lo paso bien haciendo otras muchas actividades. En bici tengo la posibilidad de hacer actividades durante todo el año, pero es verdad que esto es un proyecto con palabras mayúsculas. No es que yo diga cojo la bici o cojo la avioneta, ultraligera ¿eh? que tampoco es nada del otro mundo. Esto me apetecía y una de las cosas que decidí cuando dejé de correr fue sacarme el título de avioneta ultraligero y volar. Lo pude hacer, lo tengo ahí y tampoco tengo tanto tiempo para sacarlo, pero si que es verdad que al final el año pasa tan rápido y hay tantas cosas que me gustarían hacer y no puedo, que al final, si no existiera el Dakar, lo podría suplir perfectamente. Lo único es que si he afrontado también este año, es porque creo en el proyecto. Sobre todo por eso, no ha sido por hacer un año más porque el año pasado ya lo viví y lo conocí, es de aquellas cosas que dices ‘ya lo he hecho, pues venga a por otra’, pero sí me ha despertado el interés por ser un coche diferente, un copiloto diferente, un equipo muy diferente… Y también el tema este de sostenibilidad, por ser un poco partícipe. Pero para mí lo más importante es que vamos a ser más competitivos porque cuando probé el coche y me subí en Marruecos, me di cuenta de que realmente me entusiasmaba, me divertía y me lo pasé genial, con lo cual eso es lo que me ha invitado a hacer un segundo año.
―Habla de que ha sido el proyecto el que le ha traído de vuelta. ¿Qué espera encontrar con este nuevo proyecto?
―Ser mejores, más rápidos y más eficaces. Queremos equivocarnos menos y poder llegar al final de cada día sintiendo que lo he dado todo, que nos hemos dejado poco y que lo poco que nos hemos dejado ha sido por ser prudentes. Si cometemos errores, que los vamos a cometer, quiero solucionarlos lo más pronto posible. Más que los errores en sí, es cómo los resolvemos y estar preparados para ello. Obviamente hay errores graves que ya te quedas, pero esos son los que intentaré evitar al máximo. Después quiero ir de menos a más, no contamos con entrenamiento ni carreras suficientes como para poder salir de primeras al 100%, con lo cual tenemos que plantear el Dakar de menos a más y a partir de ahí, podemos hacer una segunda semana mucho más competitiva en la que podamos entender y sacar mucho más partido a las posibilidades del vehículo y a las nuestras.
―Dice que debe ir despacio y usted viene de la velocidad. ¿Es posible cumplir con eso?
―(Risas). Es lo que más me cuesta, siempre que he intentado correr me he divertido. Me gusta correr a tope y no dejarme nada. Pero el Dakar es una carrera en la que si vas con ese planteamiento y con ese límite constante, al final pasan muchas más cosas. Todo el mundo me decía que la filosofía es el decir ‘vísteme despacio que tengo prisa’, hay que tener esa prudencia rápida que es necesaria. Al final tienes que ir rápido, pero tienes que guardar ese margen con el que puedas evitar el error, ese margen que no te lleve a saltar una duna y volcar o a comerte una piedra y romper el coche, porque eso te hace perder muchísimo. Es una carrera donde lo importante es no parar realmente, pero también correr. Por lo cual para mi eso va a ser lo más difícil y es lo más difícil de esa carrera, pero no para mí, sino para todos. Hay que buscar ese equilibro y que no te entre la prisa, sobre todo que no te entre la prisa. Al final nos entrará a todos en situaciones donde hay polvo, alguien que venga por detrás o cuando sabes que tienes que adelantar a alguien. Hay muchas situaciones que te obligan a correr, pero hay que saber controlarlas. Ese es el ejercicio mental y ese crecimiento mental en el que si quiero adaptarme a esta carrera, tengo que aprender (a no ir más rápido de la cuenta). Y aprender un poco a educarme emocionalmente en esos momentos donde mi instinto me va a decir ‘corre más’. Tengo que controlar esos momentos.
―El vuelco del año pasado ¿llegó por no controlar ese instinto?
―No, ahí se me fue (risas). Me lo estaba pasando muy bien realmente y el problema fue no valorar las posibilidades del coche, de la situación, del terreno… No me esperaba ni mucho menos que esa (superficie) hiciera reaccionar al coche de esa manera y me hiciera volcar. La verdad es que saltamos un montón de dunas durante todo el Dakar, salté bien que es la parte más difícil, no pinchamos… Quiero decir que controlé muchas cosas pero en eso fue por no valorar el riesgo, no valorar que eso me podía hacer volcar. Pero al final todo eso es experiencia y obviamente fue porque estábamos corriendo, a lo mejor un poco más porque lo estábamos pasando bien, peor también era una situación en la que bajabas marcha el motor se ahogaba. Si bajabas a tercera o cuarta me obligaba a tener una cierta velocidad. Al final es una suma siempre de pequeñas cosas que te hacen cometer el error. Pero para mí, lección aprendida y ya está. Probablemente este año pues cometa otros (errores), pero intentaré un poco evitar al menos esta y hacerme una lista de las cosas que intentaré evitar para ser lo suficientemente frío y calculador para evitar ese problema que puedes tener y que siempre existe, porque en una carrera tan larga, de tantos días y tantas horas, pequeños errores siempre se hacen.
―Habla de lección aprendida, pero al final en un Dakar cada etapa es una lección constante, ¿no?
―Sí, pasan muchas muchas cosas. Este año además el recorrido es completamente diferente, nos vamos a encontrar un Dakar diferente, el vehículo es diferente, un equipo diferente, un copiloto diferente… Las circunstancias también van a cambiar y por lo tanto tienes que estar preparado para todo. Pero al final hay unas bases que hay que tener y vamos a intentar llegar al Dakar cada día con la mentalidad apropiada y sobre todo afrontar la carrera y cada momento de la mejor manera. Ya te digo, soy consciente y ya asumo que vamos a cometer algunos errores, ojalá sean pequeños y los podamos solucionar rápidamente, pero sabemos que pueden pasar cosas porque no solo son los errores del piloto. También es el equipo, el vehículo… Van a suceder cosas y tenemos que estar preparados para cualquier eventualidad. Pero al final eso es un poco lo bonito del Dakar, irse superando cada día a pesar de las adversidades porque están siempre ahí, y si un día hay pocas trataremos de sacar provecho, ir lo más rápido posible y poder hacer una etapa, ojalá, en una buena posición. Al final, mi objetivo es terminarlo de la mejor manera posible.
―Además de las dos ruedas que se añaden, ¿cuál ha sido la principal diferencia que ha encontrado entre la moto y el coche?
―Al final yo vengo de un circuito y ahí vamos a buscar la décima, milésima. Al final eso siempre te da la mentalidad de ir a buscar el último segundo, pero aquí es diferente. Aquí si vas con esa mentalidad duras poco, entonces se trata de compenetrarte muy bien con el copiloto, de entender el terreno, las posibilidades del vehículo y ver hasta dónde puedes llegar. Como te digo se trata de una carrera de no parar. En una carrera de velocidad no puedes perder dos segundos porque estás fuera, pero aquí puedes perder media hora un día y estar aún dentro de la carrera. Con lo cual eso es lo que más me cuesta. Después también es una carrera en la que sales de un punto y llegas a otro, estás en unos parajes o lugares desconocidos donde no sabes qué te vas a encontrar. Esto es emocionante, porque cuando estás toda la vida rodando en un circuito tienes que fiarte de lo que te diga el copiloto y después, lo bonito también de estar en un coche es que te sientes seguro, después de haber ido en moto. Eso para mí es un contraste y una diferencia que en cierto modo es como volver a empezar, descubrir, aprender y también con la adrenalina de volver a competir.
―Usted ha estado retirado y al final vuelve a competir. Esa adrenalina que da la competición, ¿desaparece alguna vez?
―No, yo creo que a uno cuando es competitivo, lo es siempre, barriendo el garaje si hace falta. Lo llevas dentro, siempre quieres hacerlo todo muy bien, lo más rápido posible y eso es un espíritu, una manera de ser. Ahora tengo la posibilidad de poderlo aplicar aquí, pero esto es una puerta de un armario que siempre está ahí. A veces la puerta se abre más o se abre menos, ahora la he abierto, bueno yo creo que he arrancado la puerta directamente (risas), pero sí, es algo que me vuelve a encender. (Competir) es algo que me alegra, que enciende mi espíritu, que me motiva y que me hace sentir vivo y entusiasmado. Por eso estoy aquí, porque me mueve por dentro esa pasión y esa emoción que te da la competición. Sobre todo esta competición que para mí es nueva.
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