En las entrañas de la Selección Mexicana de Gerardo Martino

Soccer Football - FIFA World Cup Qatar 2022 - Group C - Saudi Arabia v Mexico - Lusail Stadium, Lusail, Qatar - November 30, 2022 Mexico coach Gerardo Martino reacts REUTERS/Matthew Childs

AS México reconstruye el proceso del ‘Tata’ Martino. Un perfil a profundidad que aporta detalles sobre el control y las concesiones que la FMF brindó al técnico argentino.

Gerardo Martino siempre quiso hacer las cosas a su modo. Nunca se dejó imponer nada. Para bien y para mal. Si cayó, al final, fue con sus decisiones, aferrado a ellas, creyente en ellas hasta el último momento, hasta el silbatazo final en Lusail aquel 30 de noviembre de 2020.

Hasta llegar a ese punto, hasta la noche triste de Lusail frente a Arabia Saudita, mucha agua corrió bajo el puente. AS México reconstruye el proceso del ‘Tata’ Martino al frente de la Selección Mexicana desde sus entresijos a partir del testimonio de dos fuentes consultadas y experiencias propias. Pagos añadidos a su alto salario (por eventos con socios comerciales de la FMF a los cuales se negaba, en inicio), ausencias, reprimendas y una larga historia de concesiones que le permitieron hacerse con el control casi absoluto del equipo y su entorno, como incluso de los hospedajes y quién acompañaba a quién en los vuelos. Las decisiones, incluidas las polémicas convocatorias de la Copa del Mundo, siempre fueron autoría de Martino, y de nadie más.

Y es que Martino siempre hizo las cosas a su modo. Para él, lo más importante era que los futbolistas, antes que todo, fueran buenas personas. “Buenos muchachos”. Por ello, nunca aceptó ruidos de más. Cerró puertas. Actuó como escudo. Absorbió la presión. Protegió a los suyos. Un técnico de talante paternal que privilegiaba la honestidad y la frontalidad. Es por eso que apartó a Javier Hernández y a Miguel Layún, tras el brunch de Nueva York. Consideró que no compartían su código moral. Ambos, no obstante, intentaron limar asperezas. El lateral, incluso, se presentó un día en el Centro de Alto Rendimiento de la FMF para disculparse, cara a cara, con Martino. El argentino tomó a bien el gesto y volvió a convocarlo (vs. Guatemala, en partido amistoso en 2020), pero no quedó convencido con su actuación. La diatriba con ‘Chicharito’ fue, acaso, la controversia que marcó su proceso. Hernández y Martino charlaron vía video-conferencia al menos una ocasión; los términos fueron amistosos, pero ‘Tata’ no cedió: ‘CH14′ no logró persuadirlo.

‘Tata’ vivía en la Avenida Santa Fe, en pleno centro financiero al poniente de la capital nacional, cerca del Parque La Mexicana. Nunca aceptó un chófer, manejaba por su cuenta desde Santa Fe hasta el CAR, o en sentido contrario, las pocas veces que fue citado en las oficinas centrales de la FMF en Toluca. Prefería, con diferencia, acudir al CAR. No regaló nada. No cedió ni siquiera a compromisos comerciales fuera de su contrato. Si algún patrocinador de la FMF, sea Banorte, Coca Cola o AT&T, requería una charla motivacional cortesía del exentrenador del Barcelona y Argentina, Martino se plantaba. “No está en mi contrato”. Pero los compromisos comerciales son ineludibles, así que la FMF optaba por cumplimentar un pago adicional para que ‘Tata’ accediera. A pesar de ser el entrenador mejor pagado en la historia del ‘Tri’ (aproximadamente 2.9 mdd al año). Cuando a mediados de octubre de 2022 debió aparecer, sí o sí, en un evento de Hublot, para presentar el ‘reloj oficial de la Selección Mexicana’, lo hizo a regañadientes. Esa aparición sí era obligatoria contractualmente. Martino apenas atinó a ocultar su descontento. Apenas.

Pese a las muecas, y el desdén a los medios de comunicación, ya que no era partidario del acceso sin restricciones a entrenamientos y/o vestidores, el comportamiento de Martino, dentro y fuera de las canchas y las salas de conferencia, fue impecable. Ni un desfiguro, ni un escándalo. Un contraste con gestiones anteriores.

El declive

El proceso de Gerardo Martino comenzó con las mejores sensaciones. Era 2019. El equipo fluía, ganaba, alzaba trofeos. El escrutinio de los medios apenas tocaba fibras sensibles. La Copa Oro, obtenida en Chicago (1-0 sobre Estados Unidos), confirmó el buen trecho. Todo parecía andar sobre ruedas. La primera derrota llegó nueve meses después de que asumió el cargo; precisamente, apenas tres días después del brunch que derivó en el escándalo-Chicharito: Argentina endosó un doloroso 0-4 que despertó, a la mala, a Martino del plácido sueño. La luna de miel había terminado.

Llegó la pandemia. Todo cambió. Martino volvió a Argentina, nació su primer nieto, y encontró cada vez más difícil volver a México. La suspensión de toda actividad mermó las aptitudes del equipo. La armonía futbolística quedó trastocada. Y aunque los resultados todavía acompañaron en los pocos partidos que la FMF pudo encontrar en aquel momento, en el absoluto silencio de las gradas, como la meritoria victoria ante Países Bajos en Amsterdam (1-0), y el esforzado empate contra Argelia (2-2) en La Haya, algo ya no funcionaba igual. Para muestra, un botón: Manu Alfaro. Fuera de reflectores, sin apenas menciones mediáticas, Alfaro, de 36 años, operaba tras bastidores no solo en sus responsabilidades como preparador físico (y una suerte de ‘secretario personal’ de Martino), sino en logística. Se encargaba de la búsqueda y confirmación de los hoteles de concentración. A cada cual, más costoso y alejado. El proceso inició en San Diego, donde la Selección Mexicana se instaló en los cuarteles del Complejo Olímpico de Chula Vista, en marzo de 2019. Sin lujos, según pedido expreso de Martino. Las potestades de Alfaro no terminaban ahí: controlaba los pases de abordar y los asientos de los jugadores dentro de los aviones, incluso; los manipulaba con marcador para acomodarlos a conveniencia.

Y es que Martino siempre quiso hacer las cosas a su modo. Alfaro era uno de sus caciques para obtener el control absoluto de la Selección Mexicana. Para eso, facilitó la creación de un grupo cerrado en torno suyo, una cuadrilla fiel que siempre cerró filas y se apoyó mutuamente en toda circunstancia. Un grupo, eso sí, eminentemente argentino. Jorge Theiler, su asistente técnico, era su “socio”. Mantuvo una relación cordial y hasta fructífera con Gerardo Torrado, director general deportivo de la Federación Mexicana de Fútbol, e Ignacio Hierro, director deportivo de Selecciones Nacionales; los únicos mexicanos a los que aceptó en su dinámica de trabajo del día a día. Eso, hasta que los fracasos del equipo mayor femenil y la Sub 20 varonil, ajenos a Martino, hicieron que la guillotina cayera sobre ambas figuras. Para entonces, el entorno ya se había enturbiado. El fútbol generaba dudas (”hace falta por mejorar muchas cosas”, dijo en mayo, en plena gira por Estados Unidos) y la crisis parecía merodear constantemente. Con Jaime Ordiales, sustituto de Torrado, jamás hubo sintonía.

Cierre total

La Selección Mexicana anunció un entrenamiento público en el Rose Bowl de Pasadena el 23 de septiembre de 2022. Por 10 dólares, los aficionados del ‘Tricolor’ podrían disfrutar de una sesión inédita. Una despedida previa a la Copa del Mundo de Qatar, ya que, por primera vez en 30 años, no habría un partido de adiós en el Estadio Azteca antes de emprender el viaje a la máxima cita. 500 personas gozaron en directo de una ‘cascarita’, un gol de media chilena de ‘Memo’ Ochoa, las improbables atajadas de Orbelín Pineda, las triquiñuelas de Héctor Herrera. Y, no pocos, presenciaron el drama de Raúl Jiménez, incapaz de caminar sin dolor a menos de dos meses de la Copa del Mundo. Estaban todos, hasta los que no solían estar, pero faltó una persona. Gerardo Martino se negó en pleno a asistir a la sesión. Un día más tarde, el argentino explicó que prefería aprovechar el tiempo para analizar a sus rivales en Qatar 2022, y que, en tanto la práctica carecía de seriedad, en su opinión, no valía la pena estar presente. La ausencia le costó una llamada de atención de Yon de Luisa. Una postal similar se repitió cuando presentó la lista preliminar de convocados para el Mundial de Qatar, el 26 de octubre. Martino, inexpresivo, solo compareció para nombrar a los futbolistas citados. El evento no duró más de 15 minutos. Martino se retiró de los cuarteles de la FMF en Toluca sin ofrecer una sola declaración más.

Conforme se acercó la Copa del Mundo, Martino, quien antes desfilaba por los medios de comunicación sin mácula, echó cerrojos sin miramientos. El mismo ‘Tata’ se sentía víctima de una “campaña” en su contra. Así lo dijo al final del partido amistoso frente a Paraguay en Atlanta, a finales de agosto. “El enemigo público número 1 del país”, se describió. La batalla se esparció a las conferencias de prensa. Abiertamente se ensarzó, cada vez más, con los periodistas congregados. Muchas veces provocado. “Lo que pasa normalmente es que ustedes solo analizan el resultado”, abroncó, tras la derrota contra Argentina en Lusail. “¿No hubo cambio táctico hoy?, ¿no lo viste?”, se molestó, en la misma comparecencia.

El desencuentro llegó, incluso, a los entrenamientos de la Selección Mexicana en Al-Khor, durante la Copa del Mundo. Martino, que no quería que los medios consignaran cualquier desdén, cualquier molestia muscular, cualquier mirada fría, debió aceptar los reglamentos de FIFA. ‘El Tri’ estaba obligado a abrir la mayoría de sus sesiones para las cámaras y los reporteros; solo tenía derecho a cerrar una antes de cada partido. Pese a ello, en las breves ventanas abiertas, los periodistas pudieron observar los largos paseos de Martino con la mirada clavada en el césped del Al-Khor Stadium y su distanciamiento con Ordiales. La decisión de dejar en mínimos la presencia de los medios de comunicación fue suya, y solo suya. De hecho, México fue una de las pocas selecciones en toda la Copa del Mundo que no ofreció encuentros periódicos con los periodistas (ni zonas mixtas, ni conferencias de prensa) en su centro de entrenamiento. Hasta Irán y Arabia Saudita, países que no se distinguen, precisamente, por su libertad de expresión, lo hicieron.

Las controversiales convocatorias de Raúl Giménez, Andrés Guardado, Héctor Herrera y Rogelio Funes Mori también fueron decisión suya, y solo suya. Y es que Martino siempre hizo las cosas a su modo. Ninguna determinación táctica o en la conformación de alguna nómina obedeció a alguna presión comercial. Siempre fue Martino. Su mando. Su Selección.

La FMF entiende que dejó hacer a Martino lo que quisiera. Sabe que el control que ejercía era casi total. Por ello, la búsqueda del próximo director técnico está abocada a cambiar la dinámica. A partir de ahora, las resoluciones serán consensuadas (con la instalación del Comité de Selecciones Nacionales). No será una voluntad la que defina. La Selección Mexicana no pertenecerá a una persona. La Selección Mexicana ya no obedecerá exclusivamente a quien haga las cosas a su modo.

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